Lo más importante de las cosas menos importantes

Baloncesto, Personal

Cuando uno hecha la vista atrás y piensa en todo lo que ha recorrido para llegar hasta este punto es increíble observar como la vida te ha llevado a un sitio donde, de niño, ni imaginabas que ibas a estar. El motivo de esta entrada es para hablar sobre uno de los «amores» de mi vida, el baloncesto y como he llegado a este punto en mi relación con él.


Es muy irónico porque de niño ni imaginaba por asomo que uno de mis sueños sería convertirme en un entrenador de baloncesto. Yo era el típico chico al que le daban igual los deportes, ni siquiera el deporte rey de nuestro país, el fútbol. Ignoraba por completo si el Madrid había ganado la Liga o quienes eran en su totalidad las plantillas integrantes de algún equipo, salvo cuando le daba a uno por coleccionar los famosos cromos por que era la moda, claro. Si el fútbol no interesaba, que voy a contar del baloncesto, sabía que existía pero poco más.

Eso sí, mi tío era un gran fan del baloncesto y siempre estaba comentándome algo sobre basket. Lo recuerdo muy bien, era como mi hermano mayor -y de hecho, sigue siéndolo- y todos los viernes aparecía con su revista nueva de SuperBasket y se acostaba en su cama con la TV encendida para ver el partido de turno que ponían todos los viernes tarde. Recuerdo vagamente ver partidos con él tanto de ACB como de Euroliga e, incluso, NBA. Ni que decir que era un fan absoluto de esta y se conocía prácticamente a todos los jugadores, quintetos, MVPs y la seguía con bastante devoción. Hablar con mi tío, era hablar de basket.

Hay otros recuerdos muy importantes relacionados con esto que recuerdo como, por ejemplo, la canasta que mi tío, en el antiguo campo de mi abuelo, se montó con su aro, su red y todo. Y por supuesto, el balón marca Spalding no podía faltar, además el mismo que se usaba en la NBA. Ahí dí mis primeros botes, rocé por primera vez la textura del balón y, seguramente, alguna canasta metería, aunque estaba muy alta para un renacuajo como yo. Muchos 1 contra 1 con mi tío, mi padre y, el más fuerte de todos , el perro de mi abuela. Ahí en la dura pista de campo luchando como animales (mi perro mucho más que yo) fue donde aprendí un poquillo de que iba esto… había que meterla en el aro como fuera, aunque eso implicase dar más de 2 pasos.


Otro recuerdo fuerte que tengo del baloncesto es la película Space Jam. Ahí es donde realmente conocía Michael Jordan y donde, de vez en cuando, soñaba con ser algún día como él. Una película que me regalaron en VHS y que, por suerte, aún guardo con cariño. Tanto me gustó que incluso me compré el juego de PC y jugué al PC Basket, muy famosillo en su época. Por no hablar de los típicos NBA Live que vinieron más adelante y demás.

Pero lo que si que me marcó mucho de la película fue el principio:


No se cuantas veces habré visto ese trozo pero, a día de hoy, no me canso de verlo. Me demuestra que los límites hacia nuestros sueños, solo están en nuestra cabeza. Es una de las pocas cosas de las que estoy convencido. Sea cual sea la situación en la que te encuentres, tu eres el que elige ser una víctima o un luchador.

Luego, para mi desgracia, hubo una época en blanco donde no me intereso lo más mínimo el baloncesto, supongo que entre que mi ilusión por el deporte no era gran cosa -aunque paradójicamente me encantaba la educación física en la escuela y el instituto y no se me daba nada mal- y que en Bullas tampoco ha habido jamás ningún intento por crear un club decente… imagino que no ayudó mucho a que yo cambiase de opinión desde luego.

Pero con 14 años se me presentó la oportunidad de ir a jugar en las escuelas deportivas del pueblo gracias al aviso de un buen amigo. No sé como ni porqué pero acepté. Allí viví mis primeros entrenamientos, me di cuenta de lo malo que era -a mi defensa diré que nunca había jugado con nadie prácticamente- vivir las primeras experiencias en un equipo, viajar a jugar partidos (aunque perdiésemos de más de 100 puntos), lo nervioso que me ponía cuando recibía un balón y la nula capacidad que tenía para entender y leer el juego. Era como un mini recién captado en un cuerpo de un chico de 14 años de apenas 1,74, alto para esa edad pero poco crecería desde entonces, en 1,78 creo que me quedé, lástima.

Como iba diciendo, tengo buenos recuerdos de aquella época, el entrenar por las noches en el pabellón municipal del pueblo, los viajes los sábados por la mañana, los nervios, el no saber que hacer cuando me llegaba el balón, el no saber tirar ni de dos, muchas historias pero muy divertido también. Tampoco se porqué, aunque mi imagino que la pereza me pudo, lo dejé al siguiente año. Uno de los grandes errores que tuve con este deporte.

Con 17 años y supongo que debido a los 1 contra 1 que hacía con unos amigos se me encendió de pronto el CHIP, de pronto, quería aprender de verdad a jugar a baloncesto. ¿Qué opciones tenía con esa edad?, bueno, muy pocas ya, demasiado tarde y unos años perdidos que no ayudaron tampoco en nada, pero como soy muy cabezón cuando quiero algo pues me dije «Oye, ¿por qué no?». Y ya se sabe que uno a esa edad es muy soñador y, por supuesto, uno quería intentar llegar lo más lejos que pudiera.

La única opción viable que conocía era ir con este amigo donde él entrenaba, con el único equipo que había en el pueblo, los seniors. Por desgracia, en ese equipo no había siquiera entrenador y era más un grupo de amigos que un equipo, pero yo quería algún día jugar federado así que me iba todos los viernes a entrenar allí y el resto de días vivía de los 1 contra 1 y el tirar por mi cuenta. Tanto es así que al final aprendí a tirar y todo, ¡incluso me entraban los triples!. Con el paso del tiempo y sin perderme ningún entrenamiento, fui cogiendo un poquillo más de soltura y entendido poco a poco como iba esto del baloncesto, aunque a un nivel muy muy bajo aún. Me costaba entender los espacios, el pasar y hacer algo y el buscarme buenos tiros. Penetrar me daba bastante mas yuyu aún aunque de vez en cuando lo intentaba. Yo simplemente quería ser el mejor jugador que pudiera ser. También me fui enganchando sobretodo a la NBA, digamos que en toda esta época empezó mi enfermedad, como yo la llamo.


Con el tiempo y los años conseguí entrar por fin en el equipo -pese a que estaba trabajando muchísimo más que el 70% de la plantilla tanto en pretemporada como en la temporada- a mitad de temporada. Creo que jugar federado por primera vez fue una de las grandes ilusiones de mi vida, aunque no jugaba mucho y perdíamos todos los partidos. Tampoco teníamos un entrenador de verdad, por desgracia, así que no aprendí mucho salvo lo que yo intentaba aprender por mi cuenta. Por desgracia el equipo, como decía, era un grupo de jugadores amigos de toda la vida y que jugaban por jugar. A mi, que no aguanto perder ni a las cartas, me jodía mucho esa situación. Recuerdo que acabé muy cabreado con la actitud de muchos jugadores viendo como les daba exactamente igual ganar o perder o hacer tonterías en el campo porque sabían que ya lo tenían perdido en lugar de dejarse la piel en la pista. Yo al menos puedo decir con orgullo que cuando jugaba, aunque en ataque no pudiera aportar mucho, si que me dejaba el corazón en cada jugada o en cada DEFENSA lo máximo que podía. Era y es una de mis premisas básicas del baloncesto.

La siguiente temporada directamente ni se sacó equipo y yo ya veía pasando de nuevo otros años en blanco, así que creo que hice dos cosas muy importantes. La primera fue entrenar con el 1º autonómica de Begastri para no perder el ritmo y las ganas por entrenar (adoraba ir) y entrenar por fin bajo la tutela de un entrenador y con gente que se lo tomase mínimamente en serio. La segunda fue sacarme el Curso de Iniciación al baloncesto. Ya iba teniendo más o menos claro que como jugador ya no tenía tiempo de llegar a nada así que como no quería dejar al baloncesto hice la alternativa que muchos hacemos, hacernos entrenadores.

Yo nunca había tenido un verdadero entrenador que me enseñase, era una de las cosas que más me hubiera gustado tener. Así que me dije a mi mismo que me haría entrenador para que otros chicos no tuvieran la mala suerte, en ese aspecto, que yo tuve. Conforme fui haciendo el curso me di cuenta de que ser entrenador no era un puntazo que me había dado en ese momento, sino que era algo que empezaba a gustarme de verdad. Ese año no pude entrenar puesto que no había ningún equipo que conociese para entrenar ni tenía contactos ni nada parecido. Durante el año siguiente jugaba en la universidad y cuando terminó el año me apunté a hacer el Curso de Nivel I, un poco más serio ya.

La verdad es que durante el curso tuvimos unos grandísimos profesores, muchas eminencias de este deporte en Murcia, y aprendí muchísimo. Mi intención para el siguiente año era que los juniors que habían entonces en Bullas sacásemos un senior, meterme yo también como jugador y, con un entrenador que pese a no tener el título tenía entusiasmo como el que más. La cosa pintaba bien y yo estaba con muchísima ilusión. Pero por desgracia, en Bullas no hay entrenadores titulados y el entrenador que iba a entrenarnos -mi antiguo profesor de Latín en Bachiller- no estaba con muchos ánimos para ser entrenador porque, además, tenía unas ganas enormes de seguir avanzando en el arbitraje y le gustaba muchísimo ese mundo. Así que finalmente me quedé con la papeleta de, o entrenaba yo, o no saldría nada serio de ahí. Así que, pese a todas las ganas que tenía por jugar porque aún me veía con edad de seguir avanzando y, gracias a los diferentes cursos y a que era muy autodidácta con esto del baloncesto me veía con mucha más visión de juego, tuve que elegir colgar las botas definitivamente y ser yo el entrenador.

Fue una decisión que me costó mucho tomar, ya que eran chicos que conocía de hace tiempo y con los que me llevaba muy bien y tampoco quería ser el típico «entrenador-amigo» ese al que nadie respeta. Además, nunca había llevado a ningún equipo y empezar con unos juniors en una categoría senior como 2º autonómica de primeras me daba bastante respeto. Por suerte, creo que elegí bien y no me arrepiento para nada de haber sido entrenador de unos chicos tan maravillosos. En la siguiente entrada ya haré balance de mi primera temporada como entrenador y de lo que está por venir, que no es poco. Por ahora solo puedo decir que, por fin, creamos un club en Bullas con un equipo serio aunque inexperto en todos los sentidos pero con mucho futuro y que es un auténtico LUJAZO llevar y conocer a jugadores como estos. Espero aprender mucho con ellos y con los que lleve en el futuro.


Como había dicho antes… siempre he sido un soñador y lo sigo siendo. Me gustaría llegar lejos en esto pero no en el sentido de vivir de esto por lo económico, sino de demostrarme a mi mismo quien soy y quien puedo ser. Lo único que puedo decirle a la gente es que no tenga miedo de soñar y que, por favor, sueñe mucho, mucho con su vida. Porque es el primer paso para conseguirlo.